sábado, 21 de julio de 2007

Soneto LII: Solicitud de hipoteca

“Mi hogar en la penumbra es torpemente;
chapoteo fugaz, desdibujado
en arterias sin sangre y sin legado,
enredado brozal arborescente.

“Mi cuerpo late a golpes de un relente
que hiela al respirar; mi rostro, prado
mustio y erial de un gesto en desagrado:
la bilis de un imbécil disidente.

“Llorar se ha vuelto puro anacronismo,
y es usted quien decide quién es cuerdo
porque la Pasta es hoy el catecismo.

“Como perro sin dientes ladro y muerdo:
ladro en la tierra, muerdo en el abismo
y necesito un préstamo. ¿De acuerdo?”

miércoles, 18 de julio de 2007

Soneto LI: Huestes

El precio de la tierra, la pezuña
y chillidos de sable; su regreso
a vaina ensangrentada,
                                    como espeso
cometido caudal. ¿Y quien la empuña?

¿Y quién, carnicería, nos acuña
y nos traza en gavilla a puro hueso?

La Historia son los piélagos de un yeso
que estuca negra sangre:
                                          cuanto bruña
más allá del ardor, o el asesino:
un hombre
                  sobre un hombre
                                             sobre un hombre,
y tanta carne absurda que se hiere.

¿Hay algo más allá de ese destino,
desahucios en la Historia sin un nombre
como otro cuerpo anónimo que muere?

domingo, 15 de julio de 2007

Soneto L: ¿Que sirve para qué?

La poesía es inútil, sólo sirve
[...] para seducir una muchacha.
LUIS GARCíA MONTERO




Vamos a ver, don Luis, señor Montero:
me ahorro la pasión y el tono airado,
porque no está de más ser educado
aunque me agite usted el avispero.

No es por ser criticón ni traicionero,
pero escoja, entre dos, un postulado:
o bien se encuentra usted equivocado,
o bien se calla el truco verdadero.

Ignoro si describe o si promete,
si tiene corazón blando o perverso,
o si es su vocación la de alcahuete;

pero tanto poema y tanto verso
y aun así ligo menos que Espinete
en un concurso de Miss Universo.

Soneto XLIX: Galanteo

Mustia lapa aterida, como losas
alfombran el desliz de la serpiente;
con reptar antropófago y paciente
deshilachando el rastro en las baldosas:
Pura viscosidad.

                         Negras babosas
escoltan tu cortejo, decadente
y azogado de puro complaciente,
enarbolada, en fin, como las diosas.

Me miras otra vez, labras inquieto
un adusto arrecife de arrebato:
el relinchar nervioso de algún reto.

¿Merece un corazón asesinato?
Sangrar no es privilegio. Ni el respeto:
amarte nunca fue parte del trato.

miércoles, 4 de julio de 2007

Soneto XLVIII: Andrea Absolonová R.I.P.

Andrea fue la furia disidente
de lo humano y el grito.
                                    Desbocada
en lo animal del cuerpo. La cruzada
de espiritualizarse en lo aparente.

Andrea fue intangible y fue torrente
de carne en la pantalla.
                                   Dentellada
más allá del océano. Fachada
de algo así como porno.

                          Transparente
Andrea de un destino furibundo.
Lienzo de luz. Pincel tras caballete
trazado con placer.
                               Sudor y nieves.

Simbolizó la vida frente al mundo
y así lo abandonó a los veintisiete.
Andrea murió en jueves.

Soneto XLVII: Candado

La playa es pura arena. Dos amantes
con su cita imposible.
                                 La fiereza
de sus besos girados; la cabeza
quebrándose a mordiscos ambulantes.

El verano es edén para estudiantes:
meses de pura holganza entre cerveza,
loción solar, bikinis de una pieza...
Bendita edad.

                       Cachorros arrogantes,
sabéis cómo es la vida de algún modo
fácil, abstracto, despreocupado;
alternáis:
                 empinar
                 e hincar
                                el codo,
os besáis como cepo.

                               Y el candado
se reboza de playa: pieles, yodo,
arenas sin futuro y sin pasado.

martes, 3 de julio de 2007

Soneto XLVI: Etopeya

En el principio fueron garabatos,
musgo sin tierra y rama sin jilguero;
sangre turbia y tenaz sin asidero
ni excusa ni conciencia ni alegatos.

Ni mano sin laureles. Son retratos
que la edad me vomita al lapicero
como espigas, con fe de carpintero
y alma de peregrino sin zapatos.

Sin zapatos. Sin alma. Peregrino
de sangre desasida y pez viscosa,
sendero de aguarrás como camino:

más allá de una leña temerosa,
más allá de un nacer con desatino,
con el rumbo caudal de la babosa.

Soneto XLV: Vigía

La purísima estancia que sanciona
los domingos de invierno, incinerados
por hachones de luz, descamisados
junto al tejido añil de mi poltrona.

El blando ventanal que perfecciona
chorros de luz en cálidos bordados
y cenizas de nieve; los tejados
dolida alfombra, cuidadosa lona.

Varado como esfinge o como gato
observo la indolencia de las calles
tras vidrios de un almíbar inmediato:

muchachas que guarecen su retrato,
su busto, sus caderas y sus talles...
Y el mundo se me atora en los detalles.

Soneto XLIV: Deshielo

Surquemos esta noche a la deriva,
troquemos los sudores en letargo
hasta la desazón, hasta el embargo
de tu blando gemir por directiva.

Bebamos los minutos, la saliva
que al fin sobre tu piel extiendo, el largo
pecado de los muslos, o tu amargo
y entregado sabor en perspectiva.

Fúndase nuestro cuerpo como nieve
en charco ensimismado y clandestino,
constrúyase lo eterno con lo breve:

Abrazos de codicia y desatino,
siluetas explorando su relieve,
algo así como el germen de un destino.

domingo, 1 de julio de 2007

Soneto XLIII: Lágrimas

Vienes siempre hacia mí con aguacero
de almenas doloridas, y anegada
en parva colusión.
                            Con dentellada
y minuciosidad de carpintero
destilas aguas, buscas asidero
lacrimógeno y dócil:
                               rehogada
de caudales, desnudas tu fachada
en llantos que me atrapan.

Prisionero,
no sé si al abrazarte soy prolijo
en ardor que me excava;
                                      si hay un nombre
para este afán arcano de ser fuerte;
si ofrecerle a tu aliento mi cobijo
es azar o designio;
                             si el ser hombre
implica esta avidez de protegerte.

lunes, 25 de junio de 2007

Soneto XLII: Periplo

Se despierta plomizo, interfiriendo
algún mundo feliz, oscura fe
y gritos de una alarma por traspié:
otra noche violada con estruendo.

        Se ducha a toda prisa, agradeciendo
        la cotidiana coz, el puntapié
        de un vigor anegado en el café:
        el alma en una taza de agua hirviendo.

                Baja ocho pisos, corre por el metro;
                puntual frente a la puerta, como un clavo
                llega al trabajo.
                                                   Cuando acaba retro-
                                                cede el trayecto,
                                 sube hasta el octavo,
     y de nuevo en su casa toma el cetro.

Un hombre como tantos, un esclavo.

Soneto XLI: Ruinas

Se ocultan tras los pórticos sus llaves,
reposan incendiadas bajo espuma
de la piedra en los siglos.
                                       Se rezuma
podredumbre en su término, las aves
salpicando de luz, los arquitrabes
con su brisa anegada.
                                  Cuánto exhuma
su tiempo imperceptible. Cuánta pluma
entregada a perímetros.
                                    Tan suaves
rotos en luz, quebrados como entonces,
deshilachados lodos.
                                 Suda y brota
y esculpe sobre arcilla una caterva.

Se ocultan tras los pórticos,
                                            sus gonces
son desgarro y chillido, herencia rota,
y la Historia de Europa nos observa.

domingo, 24 de junio de 2007

Soneto XL: Crónica de una abducción

Mister Burtoo, setenta y siete años.
Mientras duerme un sopor de fuego y brasa,
un día es abducido de su casa
por entes enigmáticos, extraños.

No hicieron falta coacción, ni engaños
para un senil de voluntad escasa
que temió más las burlas y la guasa
que abusos alienígenas o daños.

Tras ser atentamente examinado
fue devuelto a su granja de labriego,
marcado como inútil por los seres.

Mister Burtoo, tullido y atrofiado,
mi incapaz compañero, mi alter ego:
¿Eran extraterrestres... o mujeres?

sábado, 23 de junio de 2007

Soneto XXXIX: Sonetillo

Este soneto rima todo en elle
y describe la esencia de un capullo
sin pétalos ni sépalos ni orgullo,
mar sin estrella y puerto sin su muelle.

Mar ni puerto. Ni dique en que se estrelle
más allá de algún llanto en que zambullo
al náufrago que acepta sin murmullo
la vida que lo ahoga o lo degüelle.

La vida que lo ahogue o lo degüella,
cuya daga disfruta con un cuello
para el corte que un mal destino sella:

Una vida sin brillo ni destello,
sin cúspide, sin plétora y sin huella,
y el olor del fracaso como sello.

Soneto XXXVIII: Alba

Perdóname mis manos y mis ojos
que viven para ti.
                          Dame el primero
de tanto aliento,
                rasga los cerrojos
que abren tu día ocioso y zalamero.

Perdóname este cuerpo que te busca
a ocasión del placer,
                                 o que te tañe
de pura sed.
                    Perdóname la brusca
lujuria añil,
                  perdona que te arañe
ese cuello incesante,
                                 sí,
                                       perdona
que me pierda entre el beso y la sutura
que ata tus piernas.
                                Mágica corona,
los ojos de una piel por armadura,
perdóname y desbócate sin brida;
incéndiate,
                 mujer,
                            desconocida.

viernes, 22 de junio de 2007

Soneto XXXVII: Blue Soul

Desconozco su nombre. Se me inserta
hasta la misma entraña su homicida
voz de un derrumbe azul. Desconocida,
melódica y cercana; pero incierta.

Es una voz, no sé, tal vez de muerta.
No, no, mejor: de ménade dolida.
Es una voz pastosa y aterida,
como llanto en la paz tras la reyerta.

¿No entiendes nada? Nadie entiende nada.
Cada verso que escribo se malgasta
en abstracción absurda aunque rimada.

Hay sólo una razón iconoclasta
para hablar de esa voz de madrugada:
que suena como tú, y eso me basta.

jueves, 21 de junio de 2007

Soneto XXXVI: Tránsito

Ardes como un café:
                               calmo, escaldado
bajo dedos tenaces y aprendices;
alambicas placeres,
                               con barnices
que reinvento en tu piel y a puro nado.

Ese ardor de mujer, tan... ordenado
y zafado en suspiros,
                                   en raíces
eternas e impertérritas,
                                         matices
más allá de lo indómito callado.

De mi mano has cruzado un largo trecho,
blando océano,
                        trémula en unciones
que gozo al navegar,
                                insatisfecho
como impaciente nido de gorriones
que ansía entre las sábanas.

Y el lecho
        aguarda que te des,
                          que te abandones.

martes, 19 de junio de 2007

Soneto XXXV: Competencias

Las íntimas labores de la hormiga:
tiznada en su destino y en su origen
por demiurgos de afán que la dirigen
más allá del asueto y la fatiga.

El bronce escarabajo en la boñiga:
codicias aromáticas lo rigen
a cúmulos de unción que lo cobijen,
hacia una mierda hogar, manjar y amiga.

Hoy la hormiga prosigue su trabajo
de trigo atesorado en laberinto;
hoy molda su puré el escarabajo
—trabajo igual de digno aunque distinto—;

como sigue mi espíritu a destajo
recolectando hastío: por instinto.

lunes, 11 de junio de 2007

Soneto XXXIV: Knappe Lekkere Meiden

Las cuchillas de un vuelo y el grumoso
tejido de resinas que nos cubre,
murciélago esperando que elucubre
la frontera entre el sueño y el reposo.

Gabarra a volapié, invisible foso
de impávida estampida que descubre
su techumbre, su vértice salubre
blandiendo tres arpones y un coloso.

Ralo mundo habitáis de ciega estopa,
centinelas de sol, de cabalgatas,
que a lomos de horizontes se galopa;

alzado friso azul sin columnatas
de un cielo que vestís en vuestra ropa,
ninfas del aire, hermosas azafatas.

domingo, 10 de junio de 2007

Soneto XXXIII: Paseo marítimo

La pared de mi espíritu se encala
desde andamios que erigen mi derrota
como furia fugaz, como gaviota
que al vuelo y con sus heces me apuñala.

Heces, mierda, que fluye y que resbala
desmaquillando un rostro gota a gota,
revelando en la víctima un idiota
cuya suerte persigue y acorrala.

Mierda y luz que se alzó como barrera
y taladrado son de acantilado,
mierda y luz que torturan mi ceguera,

muro gelatinoso y encalado,
pared para mi espíritu, frontera
entre un mundo de mierda y un pringado.

viernes, 8 de junio de 2007

Soneto XXXII: Epítome

Te describes con broches, alfileres
que pespuntan tu orgullo: delicada,
de buen gusto, sagaz, sofisticada
(como decís ser todas las mujeres);

hábil y apasionada en los placeres,
divertida, brillante, liberada,
sin machismos, sutil, espabilada,
segura, perspicaz... y no lo eres.

Eres voluble, injusta, un poco guarra
de sutileza tosca y resoluta,
te bulle la entrepierna ante el macarra;

eres artificial, y más que astuta
pendenciera, propensa a la gabarra,
y cuando te conviene un poco puta.

domingo, 3 de junio de 2007

Soneto XXXI: Bastidores

Me oculto audaz, sagaz, tras los telones
con sigilo de astuta comadreja,
azogue en el gaznate, en la madeja
que algún autor tejió como aguijones;

que tejió con arredro y con pasiones
concebidas para otros; que me aleja
con paciencia de dócil candileja
a un papel sin lugar ni acotaciones.

Espero aquí mi turno innecesario
—dos horas de cansina vigilancia—
con porvenir de ingenuo presidiario:

No poder escapar de esta obra rancia
donde soy personaje secundario,
un extra que carece de importancia.

domingo, 27 de mayo de 2007

Soneto XXX: Procela para dos

Torrente de afilados lapiceros,
la lluvia de esta noche es pura fusta
con silbido rasgado, tralla adusta
que agrede la ciudad.

                                  Tras sus aleros
una tregua bicéfala se incrusta
en la blindada piel de los cajeros.

¿Podremos aplacar los aguaceros
de esta noche febril que casi asusta?

Somos charcos.

                               La noche nos diluvia
y acicala una noche en torno nuestro
que busca sólo un beso.

                                      De esta lluvia
queda un final sin roles ni maestro:
la desnudez de esta melena rubia
que, cabello a cabello, te secuestro.

sábado, 26 de mayo de 2007

Soneto XXIX: Collige bragas rosas

Te persigue esa edad que, al fin, ya tienes:
piel de papel couché, de espuma herida;
la edad de una muchacha zambullida
en sed de lencería y de sostenes.

(¿Por qué no hablarlo claro?: tantos penes
te ansían hoy...)

                           La edad de la avenida,
cabalgada vorágine sin brida,
como jovial batalla sin rehenes
de la que eres ejército:
                                    tus tropas
el no y el llanto, el sí, las vestimentas
del brindis juvenil que aún galopas.

Disfruta el césped, descubrir que a tientas
tientas, joven, pujando tras tus ropas;
y cuando cumplas más, no te arrepientas.

viernes, 25 de mayo de 2007

Soneto XXVIII: Día del Orgullo Friki

No olvidé ni mi capa ni mi espada
ni el casco de Darth Vader: no los tengo,
ni me gusta Star Trek, ni su abolengo
de estelares especies ensalada.

No llegaré a llamarlo bufonada
(ni puedo criticarlo ni lo arengo)
porque debo aceptar de dónde vengo:
la rareza es tan fiel como sagrada.

Rareza del que esboza poesía,
dilema entre lo friki y lo discreto,
contienda entre frikez y cobardía.

Hablaré al fin, compartiré el secreto
del friki mayor friki de este día:
soy tan friki que acabo este soneto.

domingo, 20 de mayo de 2007

Soneto XXVII: Nederlanders

Vivimos bajo el agua. Nos ahoga
desde su cielo agonizante – blanca
lluvia doliente, recia y cojitranca –
como cohibido abad que se desfoga.

Vivimos bajo el agua. Nos arroga
el cieno que los polders desatranca,
mientras el visitante se embarranca
feliz entre las putas y la droga.

Vivimos bajo el agua, sin reparo
secándole al océano los paños;
vencemos frente al agua.
                                     Por lo avaro,
miramos con recelo a los extraños
que afanan nuestras rubias, con descaro
y esos ojos hambrientos y castaños.

sábado, 19 de mayo de 2007

Soneto XXVI: Casa rural

Un jilguero lo anuncia:
                                  los disfraces
de un sol desvencijado, en las cortinas
esplendor despertando las encinas
con gavilla abrazada.

                                Trigo en haces,
alba de zafios cuervos lenguaraces
y purísimo cielo, golondrinas
trazándose en domésticas resinas
que mastican cristal.
                                Tú solo yaces,
amaneciendo hambrienta, junto a lumbre
de cuerpo sin ardid,
                              de ardor legado
al terruño en la savia y en su higuera;

y eres predio en la tierra, y eres cumbre
de mansa paz,
                        de sueño acurrucado,
y abrazas y eres planta enredadera.

viernes, 18 de mayo de 2007

Soneto XXV: Velada

La cena es pura llama y acaricias
el mantel en silencio que se tensa
y nos declara náufragos,
                                     propensa
a instintos, sediciones, impudicias
entre esta llama terca de ficticias
flores que deshojamos.
                                    Llama intensa
y harapos de amistad que sólo piensa
incandescencias, vértigos, caricias.

Tres son los apetitos esta noche:
el plato está vacío de difuntos;
hemos bebido vino hasta el derroche;
puedo abreviar tu cuerpo en siete puntos
y todos ellos cierran con un broche:

No es suficiente el fuego, ni estar juntos.

jueves, 17 de mayo de 2007

Soneto XXIV: Invitación

De tu sonrisa sobra todo...
  menos:

- la soga con que trenzo su añoranza,
- la deslucida, trágica esperanza
  de erigir un nosotros,
- o los truenos
  de afán en las arenas,
- o los cienos
  de fe y obtuso anhelo que no alcanza
  sino dolor,
- o el ansia sin templanza
  de labios,
- su brebaje,
- sus venenos
  (mecidos labios, arcos como cuna),
- la caricia del diente, tropelía
  rebosante en ahogo,
- la laguna
  que ignora mi dolor.

Respiro todavía;
entrégate otra vez, tan sólo una
vez más.

Me bastará.
Desnuda.
Mía.

lunes, 14 de mayo de 2007

Soneto XXIII: Caminante

El asfalto es más negro cuando suda
soledad
              o bochorno,
                                   que hasta escuece
en su tráfico ansioso, y se estremece
semáforo a semáforo, que anuda
la vida en un revuelto.

                                 Piel desnuda
de una ciudad al sol que calla y cuece
en charcos de alquitrán,
                                      que desfallece
en huella de neumáticos, que engruda
el caucho con dolor.

                                 Erial urbano,
bruno asfalto de alfombra y de sudario
para el desarraigado ciudadano
caminando sin rumbo,
                                    sin horario,
abrazando aire seco.

Y el verano
le dicta el paso:
                          lento,
                                      solitario.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Soneto XXII: Camarera Egipcia

Eres la forma eterna de la piedra;
la pirámide gris; la arquitectura
sin voraces aristas; la fisura
en losas, vegetándote de hiedra.

Eres mármol perenne que se arredra
en estatua y latido, en la cintura
de un cuerpo que se erige en armadura
y contra el tiempo pugna, lucha, medra.

No conoces futuro o biografía
sino el placer, ni cándida sonrisa
distinta a tu implacable simetría.

El destino te ungió sacerdotisa:
administra tu cuerpo día a día
y ya envejecerás, no tengas prisa.

domingo, 6 de mayo de 2007

Soneto XXI: Manhattan

Celaje y seducción,
                              alta polea
que estiró el hormigón a su objetivo
de bóvedas,
                   de azul.

                                Cielo cautivo
sajado por las torres que sortea,
celaje presentido de azotea
y alfombra de unas nubes.

                                       Sin motivo
ni causa,
               más allá de lo furtivo,
más allá de su sólida tarea,
dar un paso hacia el aire sea acaso
el suicidio perfecto:
                             deshonesto
contra el suicidio mismo (o el fracaso
que apunta el elegir).

                               Cándido gesto:
andar hacia delante, dar un paso,
y la gravitación consuma el resto.

lunes, 23 de abril de 2007

Soneto XX: Sobremesa

Arrojar la añoranza de la menta
junto a todo un hogar, por la ventana
(después de haber subido la persiana,
obviamente);
                     lanzarla a la tormenta,
arrojarla en venganza, como afrenta
(quien dice menta dice valeriana
o dice manzanilla, o té, o tisana...),
a ver si alguna vez por fin revienta.

En fin, pero divago... La añoranza
de viejas sobremesas a tu lado
o tu sonrisa azul de adivinanza.

Y en vez de dos soy uno, abandonado
a la infusión de siempre y a la holganza,
perdiendo el tiempo en nada y demasiado.

sábado, 21 de abril de 2007

Soneto XIX: El tren

Yo, para todo viaje, don Machado,
de mi casa al trabajo y del trabajo
a mi casa otra vez, siempre a destajo
trabajar, trabajar, ya estoy quemado;

agradecido a Dios si voy sentado;
si estoy de pie, cansino y cabizbajo;
recordando al cabrón que me sustrajo
la cartera de piel el mes pasado;

yo no sé que le ve, Machado, al tren,
que tanto traquetea, tanto oscila,
y en obras siempre tiene tantos tramos.

Apretar y empujar en el andén,
con agobio salir oliendo a axila...
En fin, del metro ya mejor ni hablamos.

viernes, 20 de abril de 2007

Soneto XVIII: Perpetuum mobile

La amputación del sueño, los obscenos
peldaños que atestiguan las semanas,
la guarecida luz tras las persianas,
el chillido incansable de los frenos...

Mañanas de autobús, de asientos llenos
y un tiempo que se cuenta por manzanas;
de tráfico abrazado en caravanas
y encorbatados, grises nazarenos.

Con su Home Video System por bandera,
amo absoluto del control remoto;
de vuelta siempre al lodo en su trinchera
de callado ajedrez:
                             peón devoto,
peón hacia delante hasta que muera,
peón y esclavo con derecho a voto.

jueves, 19 de abril de 2007

Soneto XVII: Promenade

El día de tu boda, tu trenzado
camino hacia el altar en mansedumbre,
cuando hilvanes con blanca certidumbre
la vereda escorzada de un reinado;

y mis ojos te busquen, y el bordado
de tu velo se encienda como lumbre,
y el pulso de tu gesto me deslumbre
mientras pronuncia un tu desposado;

cuando tu boca audaz de albaricoque
se extienda en amplio sí como abanico,
cuando el hueso del tiempo se disloque

en fragmentos de sal, y como añico
mi aliento se me quiebre, cuando evoque
tanto esfuerzo que en vano te dedico.

miércoles, 18 de abril de 2007

Soneto XVI: Trazos de aire

La esencia de un aliento – seco, espeso –
que arroga los domingos en cenizas
de sed...
                me das la sed...
                                           me tiranizas
con mi propio deseo. Terco, obseso
venerarte a punzadas,
                                 hasta el hueso,
lienzo a medio rasgar pero hecho trizas.

Y anhelos desollados,
                                 como tizas
mueren en las pizarras (con un beso);
y el vuelo del mosquito junto al arpa,
borracho entre sus cuerdas;
                                           y un pequeño
propósito de amor frente a la escarpa,
y el tronzarse,
                      y el llanto pedigüeño:
y no eres más caricia que una zarpa,
y no ofreces más dádiva que un sueño.

jueves, 12 de abril de 2007

Soneto XV: Cortejo

Mi sombra.
                  No se oculta.
                                       No me atrapa
más allá del acoso.
                              Sombra ciega
que a veces nunca está y a veces juega
persiguiendo mi cuerpo por el mapa.

Viscosa sombra,
                           tarde que derrapa
por las calles desnudas, se restriega
en la acera,
                    raspada, solariega,
besándome los pies como una lapa.

Rebelde al sol orondo y cuanto espigue
su luz trenzada;
                         su perfil que nombra
un mordisco de eclipse.
                                     Calla y sigue
pertinaz, extendida como alfombra
su mancha que te busca y me persigue:
la sombra
                 de una sombra
                                         de una sombra.

lunes, 9 de abril de 2007

Soneto XIV: Navegantes

Desde tu entraña suave, cuidadosa
laguna agonizante de indecisa
arquitectura ardiente, tan precisa
que edifica tu cuerpo. Rosa a rosa.

Desde el quejido inerte en que reposa
la extraña dimensión que te requisa
en renuncia tiránica y sumisa
-océanos de paz-,
                            y como diosa
de aliento incandescente y moribundo
te arrogas junto a mí, comprometiendo
dócil piélago,
                        cálido,
                                     profundo,
navegado en placer,
                               remaneciendo:

Me arrancas un instante de este mundo
que a veces, sin tu cuerpo, no comprendo.

domingo, 8 de abril de 2007

Soneto XIII: Auditora

Tiene nombre de niña,
                                    leve,
                                             Anita,
y lo intenta esconder con la elegancia
de traje con chaqueta, la distancia
de un equipo auditor en comandita
y ordenador portátil.
                              Acredita
True and Fair View del coste y la ganancia,
su cliente masticando envidia rancia
cocida a fuego lento, por marmita
puro deseo:
                   tersa,
                             celebrada
y un panal en su blusa.
                                   Lienzo;
                                              raso
aledaño de un torso, sibarita
faro en ascuas.
                       El ansia y la callada
pregunta ante el desplome del ocaso:
tu cuerpo, por las noches, ¿quién lo audita?

sábado, 7 de abril de 2007

Soneto XII: Uvas

El ansia en los relojes. Cierra el año
con su telón incinerado y ciego:
prisas en la cocina tras el fuego
y desatada guerra por el baño.

Brindar es tradición, sólo un peldaño
de inminencias en limbo; tosco y lego
proyecto:
     travesías para luego,
                           después,
                                     mañana,
                                              nunca...
Verde engaño,
bruñendo en cada trago su remanso
y enhebrando un eterno laberinto,
granizándose en días. Sin descanso.

Verde engaño: olvidar el año extinto;
sed de otro calendario -docto, manso-;
y afán de que esta vez sea distinto.

viernes, 6 de abril de 2007

Soneto XI: Terraza

Tomé mi asiento aquí, en esta terraza
frente a aquella mujer, la de la mesa
del fondo, lepidóptera y obesa,
hablando a puro grito y sin mordaza:

“Es muy mala esta salsa de mostaza”.
“Es necio llevar bolso porque pesa”.
“Es peor el tampón que la compresa”.
“La sacarina es mala y no adelgaza”.

Rebosa en opinión: de extranjería,
del tiempo, del café, de la cerveza,
de política, dios, de astrología...
Bendita paz.
                       Bendita ligereza.
Yo quisiera habitar, tan sólo un día,
ese mundo indeleble, esa certeza.

miércoles, 4 de abril de 2007

Soneto X: Paté

Ser sólo un hígado
                             (no pato
                                           ni oca)
sustituyendo el hambre por embudo
de alimento mordaz
                              (procaz,
                                            tozudo)
nueve veces al día y por la boca.

Comer cuando es la hora,
                                        porque toca,
hasta trocar la víscera en engrudo.
He aquí el motivo
                           (sádico,
                                        sesudo):
La Ciencia Empresarial no se equivoca.

Cuánto esófago angosto, cuánto,
                                                  cuánta
costilla inoportuna, cómo oprimen
tanto hígado paciente y cuánto aguanta,
esperando tan sólo que lo afinen
y juntar nuestra historia en la garganta:

qué exquisito foie gras,
                                    qué sucio crimen.

martes, 3 de abril de 2007

Soneto IX: Vergel

Ser viejo verde es más que un mal deseo.
Somos cadáver y ojos, la elegía
antes de tiempo, afán de eucaristía
en la carne festiva y el gorjeo.

Ser viejo verde es más que ansiar trofeo.
No dormimos: la noche es agonía
de lobo hambriento y mudo, cobardía
inerme para el diente y el saqueo.

Ser viejo verde es más que una saliva
a borbotones, más que un mal concurso,
más que hormona gastada o corrosiva,
y es más que erial, y es más que el suave curso
de un río añil:
             nadar corriente arriba
                              maldiciendo sus aguas,
                                                     su transcurso.

lunes, 2 de abril de 2007

Soneto VIII: Cuento de hadas

Sea la camarera una princesa,
sea este bar palacio o un castillo,
hechizo el humo de este cigarrillo,
y la sombrilla halcón, y el sol su presa.

Sea un baile esta calma sobremesa,
sea varita mágica el pitillo,
y pócima el café y su azucarillo,
y breve cuento de hadas nuestra mesa.

Y sea esta galleta la manzana,
y seas la princesa que la muerde,
y rompa el maleficio aquella rana,

que aunque te besa con su boca verde
y aunque croa anodina y con desgana,
yo soy príncipe azul que siempre pierde.

domingo, 1 de abril de 2007

Soneto VII: Cosmos

Ingrávido en el cosmos de tu lecho
y sábanas de ardor; su piel sedienta
que la noche bordó como tormenta
en galernas de talle, muslo y pecho;

con licores de sorbo satisfecho,
gozos por sed y sed por vestimenta;
instinto que se explora y que se tienta
sin culpa, con deleite y sin derecho.

Desconozco el porqué de tu descenso
por mi cuerpo, ni cómo me lo excava
con avidez, con arañazo intenso.

Me quedo sin palabras, se me acaba
cuanto quise decir. A ver que pienso...
a ver, no sé... ¿maciza escandinava?

sábado, 31 de marzo de 2007

Soneto VI: El rapto de la sabina

Raptar una sabina: sólo un seco
cerrojo, mi llave aguamarina
laborando sus goznes, su resina
gimiendo y reiterándose en un eco
de ansia y de ardor,
                               girar el recoveco
y abrir al fin, y hallarte, golosina
que hay que tomar, raptar una sabina
del lecho en el que yace y de su hueco,

y tomarte en los brazos mientras duermes,
recorrer el pasillo, y como un lirio
ver tu cuello, doblado,
                                  inerte y capto,
y verte abrir los ojos, como inermes
pétalos que amanecen al delirio,
y tu sonrisa que consuma el rapto.

viernes, 30 de marzo de 2007

Soneto V: Viajero

No estuve en Cabo Verde, lo recuerdo
como si fuera ayer. Tampoco estuve
en Tánger ni Estocolmo, sí, ni anduve
por la antigua Florencia, sí, me acuerdo

claramente de todo: el desacuerdo
que no tuve con nadie y que me abstuve
de llevar a las manos; cuando tuve
que no ir hacia el avión que casi pierdo;

cómo no me extravié, la travesía
que no debí afrontar, o el imprevisto
que jamás me surgió en la judería...

Los párpados me duelen porque existo:
de ver tanto lugar que nunca he visto,
de amar tanta mujer que no fue mía.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Soneto IV: Noche sin grillos

Tengo la calma de las papeleras,
la paciencia de un mar que no se cansa,
cuando la noche, la ciudad, se amansa
y su pulso se pliega en ratoneras.

Tengo la plenitud de las aceras
cuando los suelos, la ciudad, descansa
ya muy de madrugada, sola y mansa,
de sus prisas, su luz, sus borracheras.

Ciudad y yo. La noche y su ventura
silencio baladí, espeso y tiznado,
con el que recobrar la compostura
para otro amanecer abotargado:

resignado a cubrirme de basura,
resignado a acabar pisoteado.

martes, 27 de marzo de 2007

Soneto III: Génesis

Broté con rebeldía y vehemencia
en lucha prodigiosa y matricida;
y aunque al fin me venció su acometida,
me consuela que opuse resistencia.

Se me otorgó después la inteligencia,
los caudales del tiempo y de la vida,
aquella infancia náufraga y torcida,
el pantano final de la conciencia...

Todo cuanto después he conocido
da fe de aquel lugar seco y maldito,
que recibí con furia y alarido.

Broté con la vergüenza del proscrito,
impuro y derrotado, entumecido;
marqué mi entrada al mundo con un grito.

lunes, 26 de marzo de 2007

Soneto II: Buenas noches

Aunque los labios no te desabroche
ni descubra su grito de avellana;
aunque mi marcha frágil, charlatana,
nos arda en esta celda que es tu coche;

aunque alientos de inercia sin reproche
nos incendien ventana tras ventana;
y no quiera partir, cruzar la aduana
que al fin me adentrará sin ti en la noche;

conozco este final sin paz ni alarde:
aceptar una absurda despedida
que no sabré evitar.
                              Torpe,
                                         cobarde,
saldré del coche en negra zambullida
cuando al final me digas: "se hace tarde",
y ese adiós cierra el beso de mi vida.

domingo, 25 de marzo de 2007

Soneto I: Contrato

Invoqué al Lucifer de los avernos
con fe y con ansia, pero nunca vino:
ni con disfraz prudente y clandestino,
ni rojo, con el rabo y con los cuernos.

Así que no hubo trato, ni fraternos
pactos que le entregaran mi destino
a cambio de volverme un libertino:
Satanás no subió de sus infiernos.

Ya sé que fue conducta un tanto impropia
vender eternidad que se desalma
para ver cómo el diablo se la apropia;

pero esta vida, absurda hasta en su calma,
ni la logro cambiar por mano propia
ni se puede arreglar vendiendo el alma.