En el principio fueron garabatos,
musgo sin tierra y rama sin jilguero;
sangre turbia y tenaz sin asidero
ni excusa ni conciencia ni alegatos.
Ni mano sin laureles. Son retratos
que la edad me vomita al lapicero
como espigas, con fe de carpintero
y alma de peregrino sin zapatos.
Sin zapatos. Sin alma. Peregrino
de sangre desasida y pez viscosa,
sendero de aguarrás como camino:
más allá de una leña temerosa,
más allá de un nacer con desatino,
con el rumbo caudal de la babosa.
martes, 3 de julio de 2007
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