Surquemos esta noche a la deriva,
troquemos los sudores en letargo
hasta la desazón, hasta el embargo
de tu blando gemir por directiva.
Bebamos los minutos, la saliva
que al fin sobre tu piel extiendo, el largo
pecado de los muslos, o tu amargo
y entregado sabor en perspectiva.
Fúndase nuestro cuerpo como nieve
en charco ensimismado y clandestino,
constrúyase lo eterno con lo breve:
Abrazos de codicia y desatino,
siluetas explorando su relieve,
algo así como el germen de un destino.
martes, 3 de julio de 2007
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