Ser viejo verde es más que un mal deseo.
Somos cadáver y ojos, la elegía
antes de tiempo, afán de eucaristía
en la carne festiva y el gorjeo.
Ser viejo verde es más que ansiar trofeo.
No dormimos: la noche es agonía
de lobo hambriento y mudo, cobardía
inerme para el diente y el saqueo.
Ser viejo verde es más que una saliva
a borbotones, más que un mal concurso,
más que hormona gastada o corrosiva,
y es más que erial, y es más que el suave curso
de un río añil:
nadar corriente arriba
maldiciendo sus aguas,
su transcurso.
martes, 3 de abril de 2007
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