Ingrávido en el cosmos de tu lecho
y sábanas de ardor; su piel sedienta
que la noche bordó como tormenta
en galernas de talle, muslo y pecho;
con licores de sorbo satisfecho,
gozos por sed y sed por vestimenta;
instinto que se explora y que se tienta
sin culpa, con deleite y sin derecho.
Desconozco el porqué de tu descenso
por mi cuerpo, ni cómo me lo excava
con avidez, con arañazo intenso.
Me quedo sin palabras, se me acaba
cuanto quise decir. A ver que pienso...
a ver, no sé... ¿maciza escandinava?
domingo, 1 de abril de 2007
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