Arrojar la añoranza de la menta
junto a todo un hogar, por la ventana
(después de haber subido la persiana,
obviamente);
lanzarla a la tormenta,
arrojarla en venganza, como afrenta
(quien dice menta dice valeriana
o dice manzanilla, o té, o tisana...),
a ver si alguna vez por fin revienta.
En fin, pero divago... La añoranza
de viejas sobremesas a tu lado
o tu sonrisa azul de adivinanza.
Y en vez de dos soy uno, abandonado
a la infusión de siempre y a la holganza,
perdiendo el tiempo en nada y demasiado.
lunes, 23 de abril de 2007
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