Ser sólo un hígado
(no pato
ni oca)
sustituyendo el hambre por embudo
de alimento mordaz
(procaz,
tozudo)
nueve veces al día y por la boca.
Comer cuando es la hora,
porque toca,
hasta trocar la víscera en engrudo.
He aquí el motivo
(sádico,
sesudo):
La Ciencia Empresarial no se equivoca.
Cuánto esófago angosto, cuánto,
cuánta
costilla inoportuna, cómo oprimen
tanto hígado paciente y cuánto aguanta,
esperando tan sólo que lo afinen
y juntar nuestra historia en la garganta:
qué exquisito foie gras,
qué sucio crimen.
miércoles, 4 de abril de 2007
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