Desde tu entraña suave, cuidadosa
laguna agonizante de indecisa
arquitectura ardiente, tan precisa
que edifica tu cuerpo. Rosa a rosa.
Desde el quejido inerte en que reposa
la extraña dimensión que te requisa
en renuncia tiránica y sumisa
-océanos de paz-,
y como diosa
de aliento incandescente y moribundo
te arrogas junto a mí, comprometiendo
dócil piélago,
cálido,
profundo,
navegado en placer,
remaneciendo:
Me arrancas un instante de este mundo
que a veces, sin tu cuerpo, no comprendo.
lunes, 9 de abril de 2007
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