lunes, 9 de abril de 2007

Soneto XIV: Navegantes

Desde tu entraña suave, cuidadosa
laguna agonizante de indecisa
arquitectura ardiente, tan precisa
que edifica tu cuerpo. Rosa a rosa.

Desde el quejido inerte en que reposa
la extraña dimensión que te requisa
en renuncia tiránica y sumisa
-océanos de paz-,
                            y como diosa
de aliento incandescente y moribundo
te arrogas junto a mí, comprometiendo
dócil piélago,
                        cálido,
                                     profundo,
navegado en placer,
                               remaneciendo:

Me arrancas un instante de este mundo
que a veces, sin tu cuerpo, no comprendo.

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