La esencia de un aliento – seco, espeso –
que arroga los domingos en cenizas
de sed...
me das la sed...
me tiranizas
con mi propio deseo. Terco, obseso
venerarte a punzadas,
hasta el hueso,
lienzo a medio rasgar pero hecho trizas.
Y anhelos desollados,
como tizas
mueren en las pizarras (con un beso);
y el vuelo del mosquito junto al arpa,
borracho entre sus cuerdas;
y un pequeño
propósito de amor frente a la escarpa,
y el tronzarse,
y el llanto pedigüeño:
y no eres más caricia que una zarpa,
y no ofreces más dádiva que un sueño.
miércoles, 18 de abril de 2007
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