sábado, 31 de marzo de 2007

Soneto VI: El rapto de la sabina

Raptar una sabina: sólo un seco
cerrojo, mi llave aguamarina
laborando sus goznes, su resina
gimiendo y reiterándose en un eco
de ansia y de ardor,
                               girar el recoveco
y abrir al fin, y hallarte, golosina
que hay que tomar, raptar una sabina
del lecho en el que yace y de su hueco,

y tomarte en los brazos mientras duermes,
recorrer el pasillo, y como un lirio
ver tu cuello, doblado,
                                  inerte y capto,
y verte abrir los ojos, como inermes
pétalos que amanecen al delirio,
y tu sonrisa que consuma el rapto.

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