Broté con rebeldía y vehemencia
en lucha prodigiosa y matricida;
y aunque al fin me venció su acometida,
me consuela que opuse resistencia.
Se me otorgó después la inteligencia,
los caudales del tiempo y de la vida,
aquella infancia náufraga y torcida,
el pantano final de la conciencia...
Todo cuanto después he conocido
da fe de aquel lugar seco y maldito,
que recibí con furia y alarido.
Broté con la vergüenza del proscrito,
impuro y derrotado, entumecido;
marqué mi entrada al mundo con un grito.
martes, 27 de marzo de 2007
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