Aunque los labios no te desabroche
ni descubra su grito de avellana;
aunque mi marcha frágil, charlatana,
nos arda en esta celda que es tu coche;
aunque alientos de inercia sin reproche
nos incendien ventana tras ventana;
y no quiera partir, cruzar la aduana
que al fin me adentrará sin ti en la noche;
conozco este final sin paz ni alarde:
aceptar una absurda despedida
que no sabré evitar.
Torpe,
cobarde,
saldré del coche en negra zambullida
cuando al final me digas: "se hace tarde",
y ese adiós cierra el beso de mi vida.
lunes, 26 de marzo de 2007
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