Torrente de afilados lapiceros,
la lluvia de esta noche es pura fusta
con silbido rasgado, tralla adusta
que agrede la ciudad.
Tras sus aleros
una tregua bicéfala se incrusta
en la blindada piel de los cajeros.
¿Podremos aplacar los aguaceros
de esta noche febril que casi asusta?
Somos charcos.
La noche nos diluvia
y acicala una noche en torno nuestro
que busca sólo un beso.
De esta lluvia
queda un final sin roles ni maestro:
la desnudez de esta melena rubia
que, cabello a cabello, te secuestro.
domingo, 27 de mayo de 2007
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