Te persigue esa edad que, al fin, ya tienes:
piel de papel couché, de espuma herida;
la edad de una muchacha zambullida
en sed de lencería y de sostenes.
(¿Por qué no hablarlo claro?: tantos penes
te ansían hoy...)
La edad de la avenida,
cabalgada vorágine sin brida,
como jovial batalla sin rehenes
de la que eres ejército:
tus tropas
el no y el llanto, el sí, las vestimentas
del brindis juvenil que aún galopas.
Disfruta el césped, descubrir que a tientas
tientas, joven, pujando tras tus ropas;
y cuando cumplas más, no te arrepientas.
sábado, 26 de mayo de 2007
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