Eres la forma eterna de la piedra;
la pirámide gris; la arquitectura
sin voraces aristas; la fisura
en losas, vegetándote de hiedra.
Eres mármol perenne que se arredra
en estatua y latido, en la cintura
de un cuerpo que se erige en armadura
y contra el tiempo pugna, lucha, medra.
No conoces futuro o biografía
sino el placer, ni cándida sonrisa
distinta a tu implacable simetría.
El destino te ungió sacerdotisa:
administra tu cuerpo día a día
y ya envejecerás, no tengas prisa.
miércoles, 9 de mayo de 2007
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