Ardes como un café:
calmo, escaldado
bajo dedos tenaces y aprendices;
alambicas placeres,
con barnices
que reinvento en tu piel y a puro nado.
Ese ardor de mujer, tan... ordenado
y zafado en suspiros,
en raíces
eternas e impertérritas,
matices
más allá de lo indómito callado.
De mi mano has cruzado un largo trecho,
blando océano,
trémula en unciones
que gozo al navegar,
insatisfecho
como impaciente nido de gorriones
que ansía entre las sábanas.
Y el lecho
aguarda que te des,
que te abandones.
jueves, 21 de junio de 2007
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