Raptar una sabina: sólo un seco
cerrojo, mi llave aguamarina
laborando sus goznes, su resina
gimiendo y reiterándose en un eco
de ansia y de ardor,
girar el recoveco
y abrir al fin, y hallarte, golosina
que hay que tomar, raptar una sabina
del lecho en el que yace y de su hueco,
y tomarte en los brazos mientras duermes,
recorrer el pasillo, y como un lirio
ver tu cuello, doblado,
inerte y capto,
y verte abrir los ojos, como inermes
pétalos que amanecen al delirio,
y tu sonrisa que consuma el rapto.
sábado, 31 de marzo de 2007
viernes, 30 de marzo de 2007
Soneto V: Viajero
No estuve en Cabo Verde, lo recuerdo
como si fuera ayer. Tampoco estuve
en Tánger ni Estocolmo, sí, ni anduve
por la antigua Florencia, sí, me acuerdo
claramente de todo: el desacuerdo
que no tuve con nadie y que me abstuve
de llevar a las manos; cuando tuve
que no ir hacia el avión que casi pierdo;
cómo no me extravié, la travesía
que no debí afrontar, o el imprevisto
que jamás me surgió en la judería...
Los párpados me duelen porque existo:
de ver tanto lugar que nunca he visto,
de amar tanta mujer que no fue mía.
como si fuera ayer. Tampoco estuve
en Tánger ni Estocolmo, sí, ni anduve
por la antigua Florencia, sí, me acuerdo
claramente de todo: el desacuerdo
que no tuve con nadie y que me abstuve
de llevar a las manos; cuando tuve
que no ir hacia el avión que casi pierdo;
cómo no me extravié, la travesía
que no debí afrontar, o el imprevisto
que jamás me surgió en la judería...
Los párpados me duelen porque existo:
de ver tanto lugar que nunca he visto,
de amar tanta mujer que no fue mía.
miércoles, 28 de marzo de 2007
Soneto IV: Noche sin grillos
Tengo la calma de las papeleras,
la paciencia de un mar que no se cansa,
cuando la noche, la ciudad, se amansa
y su pulso se pliega en ratoneras.
Tengo la plenitud de las aceras
cuando los suelos, la ciudad, descansa
ya muy de madrugada, sola y mansa,
de sus prisas, su luz, sus borracheras.
Ciudad y yo. La noche y su ventura
silencio baladí, espeso y tiznado,
con el que recobrar la compostura
para otro amanecer abotargado:
resignado a cubrirme de basura,
resignado a acabar pisoteado.
la paciencia de un mar que no se cansa,
cuando la noche, la ciudad, se amansa
y su pulso se pliega en ratoneras.
Tengo la plenitud de las aceras
cuando los suelos, la ciudad, descansa
ya muy de madrugada, sola y mansa,
de sus prisas, su luz, sus borracheras.
Ciudad y yo. La noche y su ventura
silencio baladí, espeso y tiznado,
con el que recobrar la compostura
para otro amanecer abotargado:
resignado a cubrirme de basura,
resignado a acabar pisoteado.
martes, 27 de marzo de 2007
Soneto III: Génesis
Broté con rebeldía y vehemencia
en lucha prodigiosa y matricida;
y aunque al fin me venció su acometida,
me consuela que opuse resistencia.
Se me otorgó después la inteligencia,
los caudales del tiempo y de la vida,
aquella infancia náufraga y torcida,
el pantano final de la conciencia...
Todo cuanto después he conocido
da fe de aquel lugar seco y maldito,
que recibí con furia y alarido.
Broté con la vergüenza del proscrito,
impuro y derrotado, entumecido;
marqué mi entrada al mundo con un grito.
en lucha prodigiosa y matricida;
y aunque al fin me venció su acometida,
me consuela que opuse resistencia.
Se me otorgó después la inteligencia,
los caudales del tiempo y de la vida,
aquella infancia náufraga y torcida,
el pantano final de la conciencia...
Todo cuanto después he conocido
da fe de aquel lugar seco y maldito,
que recibí con furia y alarido.
Broté con la vergüenza del proscrito,
impuro y derrotado, entumecido;
marqué mi entrada al mundo con un grito.
lunes, 26 de marzo de 2007
Soneto II: Buenas noches
Aunque los labios no te desabroche
ni descubra su grito de avellana;
aunque mi marcha frágil, charlatana,
nos arda en esta celda que es tu coche;
aunque alientos de inercia sin reproche
nos incendien ventana tras ventana;
y no quiera partir, cruzar la aduana
que al fin me adentrará sin ti en la noche;
conozco este final sin paz ni alarde:
aceptar una absurda despedida
que no sabré evitar.
Torpe,
cobarde,
saldré del coche en negra zambullida
cuando al final me digas: "se hace tarde",
y ese adiós cierra el beso de mi vida.
ni descubra su grito de avellana;
aunque mi marcha frágil, charlatana,
nos arda en esta celda que es tu coche;
aunque alientos de inercia sin reproche
nos incendien ventana tras ventana;
y no quiera partir, cruzar la aduana
que al fin me adentrará sin ti en la noche;
conozco este final sin paz ni alarde:
aceptar una absurda despedida
que no sabré evitar.
Torpe,
cobarde,
saldré del coche en negra zambullida
cuando al final me digas: "se hace tarde",
y ese adiós cierra el beso de mi vida.
domingo, 25 de marzo de 2007
Soneto I: Contrato
Invoqué al Lucifer de los avernos
con fe y con ansia, pero nunca vino:
ni con disfraz prudente y clandestino,
ni rojo, con el rabo y con los cuernos.
Así que no hubo trato, ni fraternos
pactos que le entregaran mi destino
a cambio de volverme un libertino:
Satanás no subió de sus infiernos.
Ya sé que fue conducta un tanto impropia
vender eternidad que se desalma
para ver cómo el diablo se la apropia;
pero esta vida, absurda hasta en su calma,
ni la logro cambiar por mano propia
ni se puede arreglar vendiendo el alma.
con fe y con ansia, pero nunca vino:
ni con disfraz prudente y clandestino,
ni rojo, con el rabo y con los cuernos.
Así que no hubo trato, ni fraternos
pactos que le entregaran mi destino
a cambio de volverme un libertino:
Satanás no subió de sus infiernos.
Ya sé que fue conducta un tanto impropia
vender eternidad que se desalma
para ver cómo el diablo se la apropia;
pero esta vida, absurda hasta en su calma,
ni la logro cambiar por mano propia
ni se puede arreglar vendiendo el alma.
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